De un científico, en concreto de un neurólogo se puede esperar muchas cosas como llevar una vida acorde a sus conocimientos científicos, pero la realidad es que a veces la presión y el lado oscuro que todo ser humano lleva dentro nos llevan por otros derroteros, por lo que no nos puede extrañar que de vez en cuando el neurólogo Oliver Sacks, famoso por escribir libros de divulgación científica de lo más entretenidos, recorriese los bares como si no hubiera mañana.
En 2015 la editorial Anagrama publicó su autobiografía, En movimiento, donde nos presenta un episodio en e que no solo sale del armario, también cuenta una inverosímil situación provocada por el exceso de alcohol.
Bebí y bebí hasta que el local comenzó a desenfocarse (…). Hasta que me levanté no me di cuenta de que apenas me sostenía en pie y me tambaleaba tanto que el camarero dijo: «¡Basta!» y me preguntó si necesitaba ayuda para volver al hotel (…). Es posible que perdiera el sentido, pues cuando a la mañana siguiente me desperté, no estaba en mi cama sino en la de otro. Había un amistoso olor a café recién hecho y, de repente, apareció mi anfitrión, rescatador, enfundado en un albornoz y con una taza de café en la mano. Me había visto como una cuba en el arroyo, dijo, me había llevado a casa… y me había sodomizado.
─¿Estuve bien? ─pregunté.
─Sí ─contestó.
Lamentó que estuviera demasiado fuera de combate y no hubiera podido disfrutarlo.
Oliver Sacks no era alcohólico pero tenía momentos esporádicos en los que bebía sin control.
De joven también tuvo sus encuentros con la droga, se enganchó, quizás fruto de las neurosis propias de cualquier neurólogo, y supo salir con dignidad.
Imágenes: editorial Anagrama y Wikipedia
Fuente: Alcohol y literatura. Javier Barreiro. menoscuarto ediciones